Vahídos comienza con el albor del homo consumis, un pariente de los primeros primates que se levanta erguido delante de un frigorífico de cuatro estrellas para finalmente, empujar su carrito de la compra. Este comic es un producto local, sacado de huertas urbanas y neorrurales, trabajado a mano con mimo, sentido lúdico y mirada crítica. A través de sus dibujos entintados, acompañados por un texto que es casi un guión de cine, seguimos en cuatro partes, como historias dentro de una mayor, al antihéroe Don Helado de la Cama en su viaje iniciático desde la nevera y el frío interior, al cálido mar, las montañas, huertas, arrozales y la noche a la luz de la luna.

En su huida, Don Helado vive en su piel la aventura de dejar atrás la ciudad del desarrollismo, en trenes que explotan y coches sin gasolina, para ir a parar a pueblos convertidos en museos etnológicos, submundos habitados por Homoblátidos codiciosos, y por mondongas que luchan contra marciales neurrípidas. Será atacado por bestias tecnológicas que destruyen todo a su paso hasta encontrar a su alter ego, Doña Dedales, con la que inicia un viaje en verso al mar, a través de la chatarra y del amor con escafandra, en pateras de migrantes que avistan el paraíso y saltan para colarse por las grietas del sistema, para por fin, llegar a compartir con ella las risas frente al mar.

En sus vahídos, Rubén consigue delirios llenos de lucidez, guiños al movimiento agroecológico, ironías sobre el comunismo urbanita que nos lleva a las neveras con banderas no de una, sino hasta de cuatro estrellas como las del frigorífico. Acabé soñando en imitar a Don Helado en su evasión, antes de volverme dormir dentro de la nevera.

Javier Uceda